Una revista digital que intenta contarte lo que pasa en Merlo, Pcia. de Buenos Aires

También podes dejar tu opinión

sábado, 6 de noviembre de 2010

Pavimentación calle Malvinas

Se dio comienzo a la importante obra de pavimentación de la calle Malvinas entre Carlos Juan y Moretti, en Libertad. De Malvinas hasta Chile y Rivarola, para culminar la conectividad directa entre Villa Magdalena y el Parque del Trabajador Ferrroviario.
Se trata de una calzada a doble mano con un boulevard central y se complementa con un nuevo pavimento
En el acto inaugural, jefe comunal Raúl Othacehé, consideró que "todas las obras requieren de mucho esfuerzo, perseverancia y dedicación. Esta obra realmente nos costó y hoy es una múltiple alegría porque lo que cuesta siempre vale".
El Secretario de Obras Públicas, Aníbal Pazos , presente en el acto, dio detalles de la obra iniciada y sus características constructivas, resaltando la importancia de la misma para fortalecer el circuito regional de integración vial, destacó “este tramo va ser de doble calzada de siete metros, con boulevard central de un metro de ancho, le va a dar una característica distinta a este lugar y va a poner en valor a toda esta zona".
El intendente Raúl Othacehé agregó: “estoy muy feliz de verlos bien, de verlos presente, para mi es una gran alegría poder compartir este momento. Realmente esta obra, es una obra soñada, cuando hace muchos años compramos estos terrenos, que eran parte de los talleres ferroviarios y nos costo mucho juntar la plata en esos momentos para poder comprarlos e integrar un espacio deportivo y recreativo para todo el pueblo, junto con el club de golf que hizo un esfuerzo para comprar estas hectáreas, cuando hicimos esto ya imaginábamos la calle Malvinas con un boulevard, como un paseo para integrar plenamente este espacio con el espacio del golf, y los espacios recreativos que hoy significa mucho”. Finalizó el Jefe Comunal, visiblemente emocionado por los acontecimientos vividos.

La muerte y la hipocresía

(
Por Juan Carlos Camaño (*)).- La muerte -esa de la que el periodista, escritor y poeta, Osvaldo Ardizzone, dijo que “Habría que matarla”-, se pone mansa y sobona en la palabra de los que defenestran a alguien hasta el día en que ese alguien muere. Porque para el día de “esa muerte” se aconseja “respetuoso silencio”. ¿Sí? Veamos que acaba de ocurrir con la muerte de Néstor Kirchner, quien horas antes de caer fulminado por un infarto, era para unos cuantos opinólogos: un totalitario, irascible, intratable, antidemocrático, sospechado de corrupción y de vinculaciones mafiosas. Kirchner representaba, decían, a un intolerante que inflamaba la vida política del país, dañando la reputación de un tipo de institucionalidad y la “convivencia pacífica entre los argentinos”. Según le va en la feria a las clases dominantes; feroces en su violencia. “Entre todos los argentinos”: despropósito, sin clases sociales, ni luchas de intereses. Cosas chauvinistas, si las hay, en la sociedad burguesa. Volvamos a la muerte del “intolerable”, “antidemocrático”, y “despótico” Néstor Kirchner. Volvamos al día en que la tele dio la noticia, con crespón negro y música sacra y, desde horas tempranas empezó a deslizar que había fallecido un hombre apasionado, de tenaces convicciones, un hombre que sacó a la Argentina del incendio del 2003. “Un adversario difícil, pero defensor de sus ideas”. Cambio de lenguaje. Cambio de tono. La muerte manda. Esa tele que, a su modo, actúo –no únicamente- como vehículo, colocando micrófonos a hombres y mujeres de la política que “a pesar de las discrepancias, reconocemos en él –en Kirchner- a un demócrata”. La muerte todopoderosa, esa que borra con el codo lo firmado con la mano horas antes de que a Kirchner se lo llevara el infarto. Más o menos: dónde dije digo, digo Diego, o algo así. Un zafarrancho de la politiquería, que no se remite a la política, sino, además, a otros órdenes de la vida. Por lo general, se habla. Y después se piensa. Hay abundante material acerca de la cuestión. Buen material, en el que se vinculan el importante valor de la reflexión y la teoría y el desprecio por ellas de parte de los “amigos de lo concretito”. Si ayer “ese” –Kirchner- era el diablo, que Dios lo castigue. Si hoy ya es el muerto –y no la piedra en el zapato- que Dios lo tenga “en su santa gloria”. La hipocresía secular y circular. La muerte puede ser, para aquellos que hacen que lo sea: generosa, amnésica, hipócrita. Néstor Kirchner: “un estadista”. Muerto: “un estadista”. Mientras vivía, no más que un astuto encantador de serpientes venenosas, capaz de resolver cualquier rompecabezas a fuerza del poder del dinero. Eso se pregonaba. En la muerte: “un estratega”. En la vida: “un pícaro ladrón”. La muerte. Esa que no tan sólo cambia palabras acusatorias por laudatorias, es la que también se apropia de imágenes santificadas, para una reproducción en cadena. A tal punto que un cardenal de la Iglesia, cómplice de una de las más brutales dictaduras militares del mundo, nos empalagó, en la misa al muerto, sin el cuerpo presente, con las bondades del que hasta ayer nomás era Satanás. Ningún pudor. Ni uno.¿Será que la muerte ajena es un buen pretexto para allanarse la propia esperando la reciprocidad en los elogios y reconocimientos? ¿Será? Es de suponer que en la miseria de la filosofía debe encontrarse alguna pista sobre el asunto. En la teología hay material de consulta, un tanto retrógrado y de viejo cuño, aunque interesantes bajadas de líneas “apolíticas” y “extra-terrenales”. Muerto: “un hombre de carácter fuerte, de inocultable fervor en la defensa de sus creencias”. En vida: “un desequilibrado, ideólogo del apriete, de amenazas e incendios por venir”.La muerte, ya sabemos, hace bueno, muy bueno o excelente, al muerto. Y revela hasta qué punto los relatores y opinólogos “del último adiós” nos dejan en ascuas, en este caso, respecto de quién fue Néstor Kirchner. ¿Ese del saco cruzado y los zapatos sin cordones, acusado de haber matado a Abel y Caín en el mismo día y en el mismo lugar, o el del “pálido final” (tango), encajado en un féretro y elogiado por respeto a la muerte?, lo de “en ascuas” es relativo, si es que antes del Kirchner muerto teníamos unas mínimas nociones de hasta dónde él, su gobierno y el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, habían llegado en materia de distribución del ingreso, hasta qué punto avanzaron en política de derechos humanos y cuánto en la insubordinación –compartida con otros dirigentes y movimientos populares de Latinoamérica y el Caribe- al “amo del mundo”: EE.UU. Saber de algunas luchas locales contra ciertas corporaciones y de las no dadas contra otras: en un inocultable pragmatismo, que bien puede coincidir con una carrera de obstáculos, donde impera la táctica como un sin fin que suple a la táctica anterior sin solución de continuidad. O no. Tal vez, al mismo tiempo, se tratara de un armado estratégico que, dependiente de una doctrina, una ideología, procura con sus políticas de alianzas arribar a la conciliación de clases, en los días de la mayor concentración, feroz y criminal, del capital. De ese capitalismo que en el momento que supo que Kirchner había muerto avivó el alza especulativo de los precios de las acciones y los bonos. ¡Viva el muerto! en el baile de los buitres.¿Y lo de la plusvalía, entonces? Los que creen que hay vida después de la muerte, afirman que el tema se discutirá en el cielo. La lucha continúa. La muerte –también la de Kirchner- cuando hace tanto ruido y “obliga” a varias gentes a no estarse callada y a contradicciones formuladas con tanta impudicia, produce tristeza. A veces, mucho más que la propia muerte. Esa a la que se refería Ardizzone, cuando sentenciaba que habría que matarla. (*) Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).