Una profesión que tomó vigencia más fuerte que nunca a partir del 2003 como una de las herramientas más positivas a la hora de defender la democracia.
A favor y en contra, siempre hay determinados intereses de tras de una “información”, pero nunca quedó tan evidente como lo es ahora.
Para reflejar los acontecimientos basta con recordar parte del discurso de Néstor Kirchner ante la Asamblea Legislativa el 25 de Mayo cuando asume como presidente: “En los ’80 el objetivo era la preservación del estado de derecho y la simple alternancia de los partidos en el poder. En los ’90, tras la hiperinflación, dominó lo económico para parar las corridas bancarias, predominaron la inversión especulativa y un brutal endeudamiento externo, y que en el ’99 se siguió el mismo camino con la intención de hacer una gestión más prolija”. En 2003, dijo que “el éxito de la política debía medirse bajo otros parámetros, en su capacidad para encarar los cambios”.
De esos cambios estamos hablando, y el rol del periodista y comunicador social, es el más evidente dentro y fuera de la sociedad argentina.
De aquellos que con honestidad asumen el papel de informar, de dar a conocer los cambios, sin perder su identidad y su propio punto de vista, critico si se quiere pero honesto, sin otro interés que el de informar y opinar.
Y no la de “sacar o poner” presidentes, como hoy ambicionan las corporaciones informativas.
Las reformas en la ley de delitos como “Calumnias e injurias ” impulsadas por la presidenta, así lo demuestran. No más periodistas “contra las cuerdas”.
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