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El “paisa” y la “paisana”

Solía vérselos juntos durante todo el día, caminaban hacía el sur, o hacia el norte, daban una vuelta hacia el oeste y luego hacia el este, siempre juntos.

Colores parecidos los asemejaban, caritas tristes y pensantes. Tenían siempre un objetivo: buscar.

Durante la gran parte del el día se los podía observar así, al caer la tarde es como que se apretaban cobijándose entre sí y, al caer la noche, curiosamente desaparecían.

Así pasaban los días.

Los pobladores del lugar llegaron a crear sus propias historias : “se trata de dos hermanos que fueron abandonados por sus familias”, decían las vecinas. Otros, los más osados le atribuían poderes sobrenaturales: “Son almas de los que han muerto que deambulan buscando  paz para el descanso  eterno”. A firmaban.

No faltaba quien asegurara haberlos vistos salir desde el fondo de un gran charco que se formaban en donde habitualmente se los veía. Y, como lo cuenta Doña Juana, ella todas las noche les rezaba el Padre Nuestro .

Amarillos casi blancos, ojos claros, tirando al gris azulado de los cielos nublados, y una esperanza fijada en sus caritas tristes: encontrar ése lugar que le prometieron al nacer (vaya uno a saber quien) un hogar una familia, un techo que los protegiera de las  inclemencia del tiempo. Y la comida segura de cada día. A cambio ellos seguro darían “algo”.

Pero pasaban los días y lo que “ellos” buscaban no aparecía. Un buen  día (mejor dicho una noche) apuntaron toda su fe y esperanza a una gran nube clara que resaltaba entre las otras nubes oscuras de la noche, pegaron un “gran salto” se treparan a ella y desaparecieron para siempre del lugar que se los solía ver, ante la asombrada mirada de los vecinos que bajaban de los colectivos al regresar de sus trabajos.

 Ahora “El paisa”  y la paisana”, duermen y comen tranquilos, descansan protegidos. A cambio …ellos cuidan mi casa !!! Fiel guardianes de mi sueño y la seguridad de mi familia.  Cada mañana me saludan: Guau!