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sábado, 2 de mayo de 2009

Influenza porcina: un sistema alimentario que mata

La industria de la carne desata una nueva plaga
GRAIN, Abril de 2009

México se encuentra sumido en una repetición infernal de la emergencia de la gripe (o influenza) aviar en Asia, aunque con un mayor grado de mortalidad. Una vez más, la respuesta oficial de las autoridades llega demasiado tarde y plagada de falsedades. Y otra vez más, la industria mundial de la carne es el centro de la situación y fabrica todo tipo de desmentidos a medida que se acumula evidencia sobre su papel en la crisis. Sólo cinco años después del inicio de la crisis de gripe aviar causada por el virus H5N1 y luego de otros tantos años de una estrategia mundial contra las pandemias de influenza coordinada por la organización Mundial de la salud (OMS) y la Organización Mundial de la Sanidad Animal (OIE), el mundo está atónito con el desastre provocado por la gripe porcina. La estrategia global ha fracasado y debemos reemplazarla con un sistema público de salud en el que la población pueda confiar.
Lo que sabemos de la situación en México es que oficialmente han muerto más de 150 personas debido a una nueva variante de gripe porcina que, en realidad, es un cóctel genético de los virus de las cepas de influenza porcina, aviar y humana. El nuevo virus ha evolucionado hasta convertirse en una forma que se transmite fácilmente de persona a persona y es capaz de matar gente que hasta el momento era perfectamente saludable. No sabemos con exactitud dónde se produjo la evolución y recombinación genéticas, pero el sitio obvio para buscar su origen está en los criaderos industriales de México y Estados Unidos.

Los expertos han alertado por años que el aumento de criaderos industriales en gran escala en América del Norte ha creado las condiciones perfectas para el surgimiento y dispersión de nuevas formas de influenza altamente virulentas. “Debido a que los sistemas de alimentación tienden a concentrar grandes cantidades de animales en muy poco espacio, facilitan la rápida transmisión y mezcla de los virus”, dijeron investigadores del Instituto Nacional de Salud (NIH) de Estados Unidos en 23 años antes, la revista Science advirtió que la gripe porcina evolucionaba una vez más en fase rápida por el aumento en el tamaño de los criaderos industriales y al uso generalizado de vacunas en estos establecimientos.] Se repite la historia de la gripe aviar. Las condiciones insalubres y de hacinamiento de los criaderos hacen posible que con mucha facilidad el virus se recombine y desarrolle nuevas formas. Una vez que esto ocurre, el carácter centralizado de la industria garantiza que la enfermedad se disemine a lo largo y ancho, ya sea por las heces fecales, el alimento, el agua, o incluso las botas de los trabajadores. Sin embargo, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos “no existe un sistema nacional de monitoreo que determine cuáles son los virus que prevalecen en la población porcina de Estados Unidos”. La situación es la misma en México.
Las comunidades en el epicentro
Algo que sí sabemos acerca del brote de gripe o influenza porcina en México es que la comunidad de La Gloria en el estado de Veracruz estuvo intentando que las autoridades respondieran a un brote virulento de una extraña enfermedad respiratoria que los afectó en los últimos meses. Los habitantes de La Gloria tienen la certeza que la enfermedad está relacionada con la contaminación provocada por el gran criadero de cerdos recientemente instalado por Granjas Carroll, una subsidiaria de la empresa estadounidense Smithfield Foods, el mayor productor de cerdos del mundo.
Después de innumerables esfuerzos de la comunidad por lograr la ayuda de las autoridades —esfuerzos que fueron respondidos con el arresto de varios líderes comunitarios y con amenazas de muerte contra quienes hablaran contra las instalaciones de la empresa Smithfield— a fines de 2008 algunos funcionarios locales de salud decidieron investigar. Las pruebas revelaron que más del 60% de la población de 3 mil personas estaban infectadas con una enfermedad respiratoria, pero las autoridades no confirmaron de qué enfermedad se trataba. Smithfield negó cualquier conexión de la afección con sus instalaciones. Apenas el 27 de abril de 2009, días después que el gobierno federal mexicano anunciara oficialmente la epidemia de influenza porcina, la prensa reveló que el primer caso diagnosticado en el país fue el de un niño de 4 años de la comunidad de La Gloria, el 2 de abril de 2009. El secretario de Salud de México dice que la muestra que le tomaron al niño fue la única de esa comunidad que las autoridades conservaron. Ello a pesar que una firma privada de evaluación de riesgos estadounidense, Veratect, había notificado a funcionarios de la OMS en la región de los brotes de la potente enfermedad respiratoria en La Gloria desde principios de abril de 2009.
Cuando a la muestra obtenida del niño se le hicieron pruebas de laboratorio, se confirmó que era influenza porcina.
El 4 de abril de 2009, el periódico mexicano La Jornada publicó un artículo sobre la lucha de la comunidad La Gloria con la foto de un niño en una manifestación sosteniendo una pancarta con un dibujo de un cerdo y la leyenda: “Peligro, Granjas Carrolls”.

Sobre las pandemias de gripe en general, sabemos que la proximidad de criaderos industriales de cerdos y pollos aumenta los riesgos de recombinación viral y el surgimiento de nuevas cepas virulentas de gripe. Se sabe, por ejemplo, que los cerdos criados cerca de las granjas industriales de pollos en Indonesia tienen altos niveles de infección del virus H5N1, la variante mortal de la gripe aviar.
Los científicos del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos han advertido que “el número cada vez mayor de criaderos de cerdos en las cercanías de criaderos de aves podría promover aún más la evolución de la próxima pandemia.”Aunque no se ha informado mayormente al respecto, en la región aledaña a la comunidad de La Gloria hay también muchos otros grandes criaderos de pollos. En septiembre de 2008, hubo un brote de gripe aviar en la región. En ese momento, las autoridades veterinarias le aseguraron al público que sólo era un brote local de un tipo de virus poco patógeno que afectaba a las aves de corral. Pero ahora sabemos, gracias a la información que brindó el presidente de la Comisión Ambiental del Estado de Veracruz, Marco Antonio Núñez López, que también hubo un brote de gripe aviar en un criadero industrial ubicado a unos 50 kilómetros de La Gloria, propiedad del mayor productor de aves de México, Granjas Bachoco, brote que no fue dado a conocer por temor a lo que podría implicar para las exportaciones mexicanas. No hay que olvidar que un componente común en el alimento industrial de cerdos es la gallinaza, una mezcla de todo lo que se acumula en el piso de los gallineros industriales: heces fecales, plumas y cama animal.
¿Podría haber una situación más ideal para el surgimiento de una pandemia de influenza que un área rural pobre, llena de criaderos industriales propiedad de empresas transnacionales a los que les importa un bledo el bienestar de la población local? Los residentes de La Gloria han intentado resistirse por años al criadero de Smithfield. Y durante meses intentaron que las autoridades hicieran algo en relación a la extraña enfermedad que los afecta. Siguen ignorados. Sus voces no lograron hacer llegar ni una sola señal al radar del sistema mundial de detección de enfermedades emergentes de la Organización Mundial de la Salud. Los brotes de gripe aviar en Veracruz tampoco detonaron una respuesta de la Organización Mundial de Sanidad Animal. Las noticias surgieron solamente de fuentes privadas.
Y a esto se le llama monitoreo mundial.
Mañas empresariales

No es la primera ni la última vez que los criaderos industriales ocultan brotes de enfermedades y ponen en peligro la vida de la gente. Es la naturaleza de su negocio. Hace unos dos años en Rumania, Smithfield se negó a que las autoridades locales entraran a sus criaderos de cerdos luego que la población local se quejó de la fetidez proveniente de cientos de cadáveres de puercos que durante días dejaron pudrir en los criaderos. “Nuestros doctores no pudieron acceder a las instalaciones de la empresa estadounidense para efectuar inspecciones de rutina,” dijo Csaba Daroczi, director adjunto de la Autoridad de Higiene y Veterinaria de Timisoara. “Cada vez que lo intentaban, los guardias los alejaban. Smithfield propuso que firmáramos un acuerdo que nos obligaría a avisarles de cualquier inspección con tres días de anticipación.”
Más tarde se supo que Smithfield había estado ocultando un brote de grandes proporciones de fiebre porcina clásica en sus criaderos en Rumania.
En Indonesia, donde la gente aún muere de gripe aviar y donde muchos especialistas creen que va a surgir el virus de la próxima pandemia, las autoridades aún no pueden entrar en algunos grandes criaderos industriales sin el permiso de las empresas. En México, las autoridades rechazaron los llamados a investigar Granjas Carroll y acusaron a los residentes de La Gloria de diseminar la infección por “usar remedios caseros en vez de ir a los centros de salud para curarse de la gripe.” Los criaderos industriales son bombas de tiempo que pueden detonar epidemias mundiales. Sin embargo, aún no hay programas para enfrentarlos, ni siquiera programas independientes de monitoreo de posibles enfermedades. A nadie en las alturas parece importarle, y probablemente no es una coincidencia que estos criaderos tiendan a instalarse en las comunidades más pobres, las que sufren mucho por intentar que se sepa la verdad. Peor aún, es ya una proporción tan grande de nuestra alimentación la que proviene de este sistema, que la principal tarea de los sistemas gubernamentales de seguridad alimentaria parece ser la de aplacar los temores y mantener a la gente comiendo. Smithfield tiene problemas financieros y apenas la semana pasada negociaba su venta con COFCO, la mayor agroindustria china.
Mientras tanto, la industria farmacéutica está lucrando en grande con la crisis. Por la emergencia, el gobierno de Estados Unidos abrió un hueco en su sistema de autorización para permitir que antivirales como Tamiflu y Relaxin sean utilizados más ampliamente en quienes sufran de gripe que lo autorizado hasta ahora. Esto es una excelente noticia para Roche, Gilead y Glaxo SmithKline, quienes tienen el monopolio de estos fármacos. Lo más importante, es que las acciones cambiarias de varios otros productores de vacunas más pequeños subieron de precio en forma dramática. Novarax está intentando convencer a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos y al gobierno mexicano que pueden fabricar una vacuna contra la influenza porcina en no más de 12 semanas si se relajan las reglamentaciones para efectuar pruebas.
Un cambio radical
Es claro que el sistema global para lidiar con los problemas de salud provocados por la industria alimentaria transnacional está totalmente de cabeza. Su sistema de monitoreo es un fiasco, los servicios de salud pública y de atención veterinaria situados en el frente de batalla están en ruinas, la autoridad para impartirlos se puso en manos de la iniciativa privada, y sus intereses obedecen a la lógica del status quo. Entretanto, a la gente se le dice que se mantenga en casa y que cruce los dedos para que funcione el Tamiflu o para que surja una nueva vacuna a la pueden o no tener acceso. Ésta no es ya una situación tolerable; se requieren acciones que nos lleven a un cambio radical, ahora mismo. En el caso específico de la influenza porcina en México, el cambio podría comenzar si se impulsa una meticulosa investigación independiente sobre los criaderos industriales de puercos y pollos en Veracruz, por todo el país y en Estados Unidos. Es necesario que el pueblo de México conozca la fuente del problema, de tal modo que pueda tomar las medidas adecuadas para cortar la epidemia desde sus mismas raíces y se asegure de que no vuelva a ocurrir.
En el nivel internacional, es importante frenar y comenzar a revertir la expansión de los criaderos industriales. Son éstos los caldos de cultivo de la pandemia y lo seguirán siendo mientras existan. Es inútil hacer un llamado a que haya un viraje total en la estrategia global conducida por la OMS, puesto que la experiencia con la gripe aviar demuestra que ni la OMS ni la Organización Mundial de Sanidad Animal, ni la mayoría de los gobiernos van a asumir una línea dura contra los criaderos industriales. De nuevo, es la gente la que tiene que tomar la delantera y protegerse a sí misma. Por todo el mundo, hay miles de comunidades que luchan contra las granjas fabriles. Estas comunidades están al frente de la lucha por la prevención pandémica. Es necesario que las resistencias locales contra los criaderos industriales se conviertan en un movimiento mundial para abolirlos.
Pero el desastre de la influenza porcina en México tiene que ver también con un problema de salud pública mucho más grande. Las amenazas a la salud del consumidor que son inherentes al sistema alimentario industrial, se combinan con una tendencia global a privatizar por completo el sistema de atención a la salud, lo que ha destruido la capacidad de los sistemas públicos de responder a las crisis. Se combinan también con las políticas que promueven la migración a las mega-ciudades donde las políticas de salubridad y de salud pública son patéticas e inadecuadas. (El brote de influenza porcina golpeó la ciudad de México, una metrópolis de más de 20 millones de habitantes, justo cuando el gobierno realizó cortes de agua en muchos barrios de la ciudad, lo que afecta, sobre todo, a las zonas más pobres.) El hecho de que la detección de los brotes de la enfermedad tengan que venir de las firmas privadas de consultoría, que los gobiernos y las agencias de Naciones Unidas se queden callados sin hacer nada ante tal información y el hecho de que tengamos que depender de un puñado de farmacéuticas para producir remedios no totalmente probados pero sí patentados a fondo, nos dice que las cosas fueron ya muy lejos. Requerimos sistemas de salud pública y de alimentación que de veras tengan un programa que no sólo responda a los intereses de la gente. Necesitamos sistemas que rindan cuentas.
Referencias
1 La industria porcina en México, al igual que sus contrapartes en Estados Unidos, no desean que a la enfermedad se le llame “gripe porcina”, aduciendo que no la transmiten los cerdos, sino que se transmite directamente entre las personas. Su preocupación, por supuesto, es el mercado de la carne de cerdo, que rápidamente ha colapsado producto del estigma. Algunas autoridades mexicanas, como el gobernador de Veracruz, están diciendo que la enfermedad viene de China, aunque no hay ninguna evidencia al respecto.
FUENTE: Periódico Con Opinión
Director: Alfredo Coronel Ferrer




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