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viernes, 3 de junio de 2016

Editorial


“El Predicador”


 
Vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
Uno de los más interesantes pasajes bíblicos es sin duda lo que plantea el profeta Eclesiastés, definido como “El Predicador”.
Él enseña que todas las cosas que ocurren “bajo el sol”, son vanidades del hombre y pregunta: ¿“qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?”
Habla de la llegada de las generaciones “generación va y generación viene; más la Tierra siempre permanece”, explica.
Con claridad enseña que nada nuevo ocurrirá, que a través de los años los hechos se repite. Que lo que hacen unos también harán los otros.
“mejor es el muchacho pobre y sabio que el rey viejo y necio que no admite consejo”.
“Cuando a Dios haces promesas, no tardes en cumplirlas; porque él no se complace en lo insensatos. Cumple lo que prometes”
Y cuando leemos estos pasajes bíblicos, es imposible separar nuestro pensamiento del accionar de los políticos.
Todo se repite y todo se cumple.
Todo se promete y nada se cumple.
“las palabras de la boca del sabio son llenas de gracia, más los labios del necio causan su propia ruina”
Así, estos hombre y mujeres (los políticos) llamados a ocupar un lugar preponderante en sus vidas para velar por el bienestar de los demás, se inundan de vanidad (no todos, hay excepciones) y olvidan pasos fundamentales de la vida. pero hacen propias las palabras de nuestros señor Jesucristo. 
Dice el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si: “los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelve en definitiva contra el hombre”.
Entonces vale preguntarse ¿ de qué sirven grandes parques industriales, complejos eólicos, y avances de otra naturaleza cuando el hombre está sometido a la pobreza económica, social y moral?
Cuando al hombre le cuesta  obtener   su propio sustento y el de su familia, por la escasez de  sus ingresos, todo lo que los políticos hagan es como dice El Predicador, vanidad de espíritu. Es vanidad de vanidades del que tiene la obligación de velar por el bienestar de sus semejantes, comenzando por lo económico. 
 

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